En pleno Bilbao y con el atronador sonido de una veintena de monoplazas, en su rápido discurrir por las calles de Bilbo. Tuve el privilegio de poder contemplar algo, que me marco por su efímera belleza. Un paso, o el paso de un minuto, cambian por completo la fisonomía de este singular museo, cada minuto surge o muere un brillo en su brillante fachada.
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Yo quiero ir ya al Metropolitano
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